Por Susana Cardenas-Soto
La memoria como un remedio para el mal de Tzvetan Todorov identifica cuatro roles principales en las narrativas del bien y del mal: el villano y su víctima; el héroe y sus beneficiarios (8-10). Al examinar la esfera patriarcal de los cárteles mexicanos y sus narrativas, específicamente Fiesta en la madriguera de Juan Pablo Villalobos, podemos ver que las mujeres desempeñan el papel de víctima. Feminicidio se define como “el asesinato misógino de mujeres por hombres…” (Fragoso 283). Fragoso explica que esta violencia es “consecuencia lógica del sistema patriarcal que mantiene la supremacía masculina” (284). Es fácil disolver la empatía a favor de demonizar a los perpetradores cuando leemos sobre los horrores del narcotráfico. Todorov afirma que para evitar una ‘repetición de acontecimientos’ se requiere reflexionar sobre las circunstancias que dieron lugar a actos bárbaros, las motivaciones de los responsables y los medios que emplearon (80). No podemos simplemente culpar a los hombres como Guzmán, o el ficticio Yolcaut, sin mirar los sistemas de patriarcado y explotación económica. Es natural estar sorprendido sobre las realidades de la narco-violencia; para comprender, debemos emplear la empatía. Fiesta en la madriguera revela, a través de la estructura narrativa, la victimización de las mujeres en los cárteles mexicanos, e ilumina simultáneamente la humanidad de sus agresores y el sistema omnipresente que perpetúa la estratificación de clase y género.