Renacer como ave Fénix, una guía honesta

Por Pilar Espitia

Como bien habrá notado, hay días en la vida que pueden pasar sin contratiempos; poco memorables que quedarán enterrados en su almohada, una vez llegue la noche y le entre el sueño. Pero habrá otros días mucho menos agraciados; días funestos que cambiarán su vida. Es con días como estos en los que reflexionamos sobre el acto de comenzar de nuevo.

Digamos, por ejemplo, que ha llegado uno de esos días desgraciados: llegó al trabajo y salió con una carta de despido. O se dio cuenta de que su pareja era un mequetrefe mentiroso. Poco importan los motivos por los cuáles el destino le jugó una mala pasada; lo importante será reconocer el cambio, pero podemos asegurarle que al principio no estará contenta con lo que sucede.

No lo dude: lo primero que ocurrirá después de estos eventos infortunados será una ráfaga de llanto que podrá extenderse por semanas. Hay llanto de varios tipos: silencioso o con contracciones de pecho y mocos. Llanto con gemidos que le cortan el habla. Llanto que se convierte en hipo. No importa qué tipo de llanto sea su preferido: lo primero es el llanto y es importante que llore todo lo posible.

Llore. Llore en el bus que la lleva a casa, mientras mira a los transeúntes que pasan indiferentes ante su dolor. Llore y bájese del bus. Llore y camine por su parque de confianza, parque que verá deformado y borroso gracias a las lágrimas copiosas.

Llore y sienta cómo el viento se lleva sus lágrimas mientras los niños del colegio salen a recreo. Llore y siéntese en una banquita de su parque. Después de unos minutos, y de sentir sus fluidos tibios cayendo por su rostro, sentirá que el llanto cesa paulatinamente y extenderá sus manos a su bolso, en busca de un pañuelo. En el peor de los casos, límpiese con la manga de su saco; de todos modos, cualquier acto de limpieza le sentará bien.

Después de llorar es importante que respire profundo y con calma. Luego piense que peores cosas le han pasado a la humanidad. Piense, por ejemplo, en el desastre de Armero del 85, en los tsunamis de Indonesia o en el último terremoto de la Ciudad de México. ¿Cierto que estas tragedias, fruto de una tierra caprichosa e impredecible, son mucho más graves que su despido del trabajo o de la pérdida -que luego verá como afortunada- de ese chico que nunca le devolvía las llamadas?

Luego de reflexionar en estas ideas por 5 o 6 minutos, suspire y suelte con gracia todo ese dolor que la acongoja. Póngase un poco del labial que lleva en el bolso. Olvídese de las culpas o de rumiar en pensamientos retrospectivos. Es poco lo que se puede hacer con el pasado, y ahora, después de todo el malestar, ha llegado la hora de empezar de nuevo.

Por lo tanto le recomendamos que se tome unas semanas para recomenzar y siga este catálogo de actividades que puede adaptar a sus necesidades, presupuesto y gustos.

Pero antes que nada, le pedimos encarecidamente que no lleve las cosas con prisa. No acepte cualquier trabajo de Call Center. No se meta (de nuevo) con cualquier aparecido de Tinder. Solo tenga paciencia y siga estos instructivos que poco a poco le ayudarán a instalarse en su nueva vida:

1. Visite a su tarotista preferida. Léase las cartas, tómese un agua aromática y aprenda de diferentes rituales de limpieza que incluyen Jabón Rey y hierbas amargas.

2. Vaya a las librerías Nueva Era del centro de la ciudad. Escudriñe las invaluables piezas que allí encontrará como las figuras de San Antonio, libros de I-Ching o amuletos con el ojo de Fátima.

3. Salga a caminar por las mañanas con su tía favorita. Dígale que le cuente sobre cómo se conocieron sus abuelos o sobre aquella vez que a su tía le hicieron brujería.

4. Visite una iglesia de cualquier denominación. Sugerimos las iglesias católicas ya que seguramente su presencia pasará desapercibida y podrá permanecer allí el tiempo que quiera. Siéntese en una banca y disfrute del silencio, el incienso y de la luz tenue de las velas.

5. Consiga a una terapeuta que le ayude a organizar su vida. Vaya a las citas y disfrute de la decoración del consultorio: las paredes color lila y los cuadros con formas intrincadas. Siga los consejos al pie de la letra y lleve un diario con sus pensamientos, buenos o malos.

6. Vaya a una sesión de meditación en un templo budista. Aprenda nuevas formas de respiración y mantras. Cómprese un libro sobre alguno de los lamas y si le es posible, vaya a un retiro espiritual a las afueras de la ciudad.

7. Comience a seguir cuentas en Instagram de life coaching, frases positivas y astrología. Siga también cuentas de perritos con ropa o de gatos que practican surf.

8. Genere encuentros con sus amigos. Si aún no les ha contado sobre su mala racha, sorpréndalos con las malas noticias. Después de un silencio incómodo, deje que la aconsejen y digan cosas como “Cuando una puerta se cierra, otras se abren”, o “Yo sabía que ese tipo no era bueno para tí”. Luego tomen un café o vayan al cine. Cuando se sienta triste, llame a sus amigos para encontrar consuelo, pero no se extienda mucho para no aburrirlos.

9. Hágase un manicure y córtese el pelo. Si es lo suficientemente atrevida, cámbiese el color o hágase un corte radical.

10. Comience un nuevo pasatiempo como clases de cocina o bordado. Asista a una charla sobre la historia de los Romanov en su librería favorita, o retome la lectura de libros que había olvidado.

11. Después de seguir estos rituales en dosis apropiadas y por un tiempo prolongado, encontrará que poco a poco habrá una mejoría, y sin pensarlo, ya estará encaminada hacia un nuevo comienzo.

Nota: Este tratamiento no asegura que su tristeza e incertidumbre desaparecerán en un par de semanas. Sin embargo está comprobado, gracias a estudios de alguna universidad prestigiosa, que el tratamiento funciona en la mayoría de personas. Los efectos a largo plazo pueden incluir una sensación permanente de bienestar, ganas de comprarse un planeador para el nuevo año y un olvido parcial de la causa de su desdicha. No hay contraindicaciones conocidas al seguir este manual pero si tiene dudas, consulte con su médico.

Este artículo fue publicado originalmente en Nul, una revista digital colombiana.