Por Laura Schroeder
Traducido por Pilar Espitia
Mi gran confesión
Soy fan del reggaetón. Ya éstá, lo dije.
Nada me hace bailar tanto como el bajo palpitante y el seductor ritmo del popular reggaetón, y no hay nada como una canción clásica de Daddy Yankee o de Don Omar para llenar la pista de baile de caderas danzantes y pies que se mueven. A lo mejor tiene que ver con los gratos recuerdos de mis viajes a República Dominicana y Perú, y mi año como becaria Fulbright en Colombia, lo que alimentó mi afinidad con el dembow de este género musical y sus letras dichas con frenetismo. A lo mejor, simplemente, el reggaetón es propicio para el baile.
Hay cursos universitarios enteros que enseñan sobre el reggaetón: su relación con temas de raza, nacionalidad, clase, género…toda su complejidad.
Aunque tiene varias raíces, se dice que el género comenzó en Panamá, donde el hip hop en español y el reggae jamaiquino se unieron. Sin embargo, se asocia más con Puerto Rico, donde apareció como un estilo de música clandestina en los años 80, y desde ese entonces, continuó ganando seguidores. Entre las canciones más predominantes a principios de los años 90 estaban Dembow de Nando Boom, Pantalón caliente de Poncho Pan, y Estás dulce de La Atrevida. A principios de la década del 2000, el género se había vuelto popular en todo el continente americano y había entrado en los listados musicales de Estados Unidos. Hoy en día, con la creciente influencia de las redes sociales que aceleran los efectos culturales de la globalización, el público que escucha reggaetón es más grande que el de otro género latino.
Aunque muchos dicen que la comercialización relativamente reciente del reggaetón ha llevado a un cambio de tono de sus grandes éxitos (por ejemplo, la seducción romántica en vez de la objetivación explícita), continúa siendo criticado. En algunos países se le ha categorizado de “clase baja” y ha servido como otro indicativo de la división económica y social entre clases. Catalogado como vulgar y de baja calidad, el reggaetón ha sido prohibido en programas de difusión pública en países que incluyen Cuba. Quizás, la crítica más común hacia el reggaetón, no obstante, está relacionada con la manera en la que habla sobre las mujeres.
A pesar de que gente como Ivy Queen ha representado a las mujeres en el reggaetón desde sus comienzos, el género sigue saturado de testosterona, y por más que lo disfrute, se me hace difícil compaginar mis creencias feministas con los mensajes degradantes y objetivadores que son frecuentemente transmitidos en las canciones.

Lo que está pasando
Los hombres jóvenes en el continente americano son muy a menudo enseñados, muchas veces de manera implícita, a que tienen derecho a la atención de una mujer y, después de arremetidas y cortejos, a su cuerpo. Aunque esto sucede en incontables culturas alrededor del mundo, las letras de las canciones de reggaetón ilustran este fenómeno…de manera fenomenal.
Un par de ejemplos:
La canción Picky de Joey Montana es impíamente pegajosa y debo confesar que he pasado mucho tiempo en mi oficina disfrutandola (digo, solo durante la hora del almuerzo, por supuesto). Al escuchar la letra una vez más, sin embargo, me comencé a sentir incómoda con las expresiones de privilegio masculino y el menosprecio descarado por las mujeres como seres autónomos.
Una muestra de algunas de las frases usadas: “Yo digo hola y me dice goodbye…dice que tiene novio pero yo no le creo…suena la música y lo que yo quiero es bailar contigo, nena, pero yo no puedo/No puedo, me dice, ‘yo no quiero’/No entiendo por qué es tan picky picky picky picky picky…”
Ustedes captan la idea. ¿Por qué esta pobre mujer es llamada exigente por no querer bailar con un hombre que no puede aceptar el rechazo y seguir con su vida? ¿Y por qué diría mentiras sobre tener novio? Eh, creo que puedo suponer algo. Podría ser para espantar a chicos como su acosador. Es solo una idea.
Esta canción de Nicky Jam llamada Amanecer es incluso más estremecedora, sobre todo porque en el video musical se ve al artista persiguiendo a una mujer en una lavandería y rogándole que vaya a casa con él. Una y otra vez ella se niega, lo que solo causa que él continúe con su comportamiento predatorio.

Ahora, por cuestiones de tiempo (y mi propia cordura), no voy a ahondar en toda la complejidad de las canciones de reggaetón.
Para ser clara, casi todos los géneros musicales han objetivado y degradado a las mujeres. Ciertamente, el reggaetón no es el único. La ópera ha sido llamada sexista por su representación de las mujeres y sus cuerpos. Este es un problema social sistémico y con raíces históricas, pero hay respuestas que surgen cuando las voces femeninas reclaman más y más espacio dentro del género.
El pasado y futuro de las reggaetoneras
¿Puede el reggaetón empoderar a las mujeres? ¿Las reggaetoneras están empoderadas? ¿Y qué aspecto tiene el empoderamiento? A pesar de que el reggaetón tradicionalmente ha empleado letras objetivadoras, esto no es inherente a todo el género, como lo dije antes. Cada vez más, las mujeres están entrando a espacios del entretenimiento que históricamente eran masculinos. El público ha debatido sobre si el uso de la típica retórica masculina en las canciones empodera a las mujeres, pero muchas están reclamando su propias narrativas en una forma que definen como empoderada en sus propios términos. La mezcla de canciones de SoundCloud hecha por reggaetoneras lo prueba.
Chocolate (Choco) es una reggaetonera lesbiana de Argentina que satiriza la cultura machista con las letras de sus canciones aunque mantiene el ritmo clásico del género. Su canción “Ni una menos” acompaña al movimiento social en contra de la violencia de género que tiene el mismo nombre. “No hay excusa para cubrir lo que abusa”, dice rapeando, y continua implorándole a la sociedad que abra los ojos ante la cultura que permite este tipo de violencia, y asegurándole a las víctimas de abuso sexual que lo que les pasó no fue su culpa. Aunque ha sido acusada de objetivar a las mujeres de la misma manera que los cantantes de reggaetón, Choco sostiene que ella simplemente está siendo franca y honesta sobre la sexualidad, y está reclamándola para sí.
Procedente de Chile, Tomasa del Real, que comenzó a hacer conciertos mientras viajaba como artista tatuadora, ha hecho demandas similares. Sus letras irreverentes priorizan su propio placer, lo que desafía el machismo. La artista dominicana, La insuperable, logra algo similar con canciones llenas de la agrandada autoconfianza que generalmente está presente en el reggaetón.
A pesar del reciente surgimiento de artistas femeninas en el reggaetón, el género está indiscutiblemente dominado por los hombres y continúa objetivando a las mujeres. Entonces, ¿dejaré de escuchar reggaetón completamente? No. Seguiré entregándome a su ritmo de vez en cuando, especialmente en la pista de baile (o a través de mis audífonos, durante los momentos silenciosos de la oficina). No obstante, espero ser crítica acerca de las influencias sociales y repercusiones de esta música, tan ávidamente consumida en el continente americano y el mundo. Es una cuestión que requiere de un análisis matizado, pero una cosa es segura: con su ritmo pegajoso y enganche seductor, el reggaetón ha llegado –y seguirá llegando– para quedarse.
Imagen: Wikimedia Commons, Chocolate toca enérgicamente en un concierto